lunes, 9 de octubre de 2017

Soy sólo un niño


Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.
Pablo Neruda

La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos.
Henry Van Dyke



Cuando era tan sólo un niño quería hacer muchas cosas: pilotear aviones, escribir cuentos y novelas, resolver sendos problemas matemáticos irresolubles para la mayoría, cocinar el mejor postre jamás inventado (u hornearlo), tocar rolas de Johann Sebastian Bach y de Tomasso Albinoni en la guitarra, correr hasta no poder más, darle mantenimiento a mi propio coche, viajar, reparar las goteras de la casa, leer tantos libros como fuera posible, inventar un invento genial (así con esas palabras), aprender tantas palabras que pudiera hablar sin que me entendieran, también quería tener un enorme bigote y si era posible una enorme barba. Recuerdo que mi padre escribía en una máquina de escribir, de esas verdes pesadas ruidosas, pero hermosas e imponentes. Me gustaba ver cómo se acomodaba los lentes para leer y escribir y yo me decía: Man, tienes que hacer eso un día. Quería conducir tantos vehículos como fuera posible: motocicletas, camionetas, coches grandes y pequeños y camiones, un enorme camión de carga. También quería tener una novia muy bonita. Quería aprender japonés, alemán, francés e italiano, no recuerdo que haya querido aprender a hablar inglés porque supongo que sin darme cuenta lo aprendí. En fin, quería contestar todas las dudas de todas las cosas que me causaran dudas, sí, así con esas palabras.
Hubo un tiempo que me perdí, pero cuando me encontré hice un gran descubrimiento: soy un niño de seis años. Mi cuerpo (hardware) evolucionó, pero mi programa informático (software) es el mismo. Hoy tengo seis años, vuelo en mi bicicleta, me aferro a un sartén y volteo en el aire la comida, mi guitarra me tolera sin importar nada y me encanta, entre Stockes y Riemann a veces no me dejan dormir y termino dormido en el suelo con las manos llenas del polvo de gis, mis manos se mueven veloces y con vida propia sobre el tablero de la computadora escribiendo historias de vidas que nunca voy a vivir, a veces, cuando nadie me ve, hago diseños y un par de ellos ya son máquinas que funcionan, mis ojos recorren línea tras línea, párrafos completos que me llevan de aquí para allá a vivir vidas increíbles de asesinos, detectives y conspiradores, de romances inteligentes y otros estúpidos, esos últimos los olvido pronto.
Todavía no piloteo un avión y no sé si algún día lo haga, pero es excitante (además de cansado) esperar un vuelo a las 5:30 de la mañana.
En el celuar he instalado un programa para aprender a hablar japonés, y es gratuito, hay días que no sé, siento que sigo siendo sólo un niño jugando; es verdad, ya tengo un PhD, se supone que ahora veo las cosas con madurez, se supone que debo ser serio y temerle a lo desconocido; sin embargo, tal vez sólo soy un niño atrapado en el cuerpo de un señor, jugando a que soy un adulto muy ocupado. Lo creo porque ah cómo me divierte vivir.

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